martes, 30 de enero de 2007

León en Amaicha

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Sábado 27 de enero de 2007, cuatro autonautas rumbo a Amaicha del Valle, viaje a través de las rutas tucumanas, con mate y buena música, con lluvia que va y que viene, y se va...

Amaicha es un lugar tranquilo, a pesar de toda la gente que fue al recital, se respira mucha paz, no hay estridencias, ni sobresaltos. El paisaje es hermoso, incluso sin sol.

¿Y el recital? Cuando vi a León en el Palacio de los Deportes, me gustó la conexión con la gente, la manera de dirigirse a todos. Cómo va y viene con anécdotas y comentarios, como tiene presente toda la historia.
Y ahora, viendolo entre copleras y cuasi ambientalistas, recordando sus primeras visitas veinticinco años atrás, mostrando respeto y cariño por la gente y el lugar, veo que resume la conciencia, "la memoria" de muchos argentinos.

Su música es folclore, es música popular, es música de protesta. Y es la poesía que nos muestra lo que es fácil de esquivar.

"La memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la callan y no la dejan ser libre como el viento"

León Gieco.




En el "peaje" de gendarmería.


Postal de la quebrada


Paramos cada cinco minutos, no llegábamos nunca...


Ya en Amaicha, almorzando (gracias María)


Se nubló, llovió, granizó y salió el sol (simultáneamente)


Mucha gente y muy variada, largo camino hasta la valla


León habló, cantó y mostró videos


Chica coplera muy buena onda


Las copleras fueron gran parte del show


Gran final con las bandas teloneras en el escenario. Disparó: Charly.



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lunes, 22 de enero de 2007

Se necesita más que el título, "doctora"

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En alusión a Patricia Argañaraz, odontóloga.

Hay veces que ciertas cosas nos provocan rechazo, miedito. Por ejemplo el torno de un dentista.
Pero nunca es tan justificado este miedo cuando a dicho instrumento lo maneja la doctora Argañaraz.
Cuidado, cuidado inocentes mortales con dolor de muelas, si ven enarbolado el torno en manos de esta profesional, huid, huid sin conciencia ni respiro, eligiendo medicamentos caseros, baños de sahumerio y consejos de viejas, antes que el sillón de su consultorio.

O haced como yo, que después de sufrir un mes, elegí hacerme atender (no sin cierto recelo) por la doctora Liliana Fernández, experta en endodoncia.

P.D. Al Rector de la Facultad de Odontología, que expende los certificados pertinentes: Rescatate, macho!


Una imagen que se me quedó grabada


¿Sabrá para qué sirve cada uno?



Dígame, doc, porqué no un secador de pelo, mejor?
Así nadie sale lastimado.



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Estrenando 29

21 de enero de 2007.

Cumple de Sebastián.

Casa de Melina. Pizza y torta a cargo de la anfitriona.
Los gatos abundan, la música bajita. Una hermana que da vueltas por la cocina. El alcohol ausente. Una reunión muy tranqui. Lejos quedaron los 18, época marcada por cumpleaños escandalosos.
El último año de nuestra segunda década parece la antesala de algo. Sabemos que va a llegar, pero no sabemos qué es, y hasta que llegue, miramos para otro lado.


Sebastián y sus dotes actorales. By Charly.


El momento de la noche, Charly muestra nuevo celular


Caras que lo dicen todo, Sergio David, por Charly


El otro yo, por Charly


Detrás de todo gran hombre... bueno, detrás de Sebastián, Melina


La torta, que se deja comer


Este gato sabe algo.



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lunes, 15 de enero de 2007

Y ahora qué

Hola, acabo de volver de Jujuy, me fui después de la gran tormenta, que vi por televisión. Yo ni me mojé (en Tucumán).

Cuando escucho y leo lo que dice la gente, el mensaje es claro:

- Desastre por falta de previsión, ineficiencia por parte de la clase política. Entonces nos indignamos (reacción previsible pero qué ganamos con hacernos mala sangre), queremos ayudar ¿pero cómo? si no se confiamos en nadie. Conozco (conocemos) mucha gente que hace algo por el tema, es decir, organiza o participa en operativos de ayuda a los afectados, recolectando y/o haciendo llegar las donaciones. Bien, muy bueno, buenísimo. Con esto -que es esencial, y de lo que depende la vida de mucha gente- se trata de revertir las consecuencias del desastre. Pero.

- ¿Qué hacemos para evitar otro desastre? ¿Sabemos a ciencia cierta cuáles son las causas? ¿Es el cóctel del que habla greenpeace? ¿Existen en Tucumán personas capacitadas para evaluar científicamente la situación? ¿Alguien las conoce? ¿Donarían su trabajo, por esta vez? ¿O hacemos una colecta para pagar sus honorarios? Sólo con un conocimiento certero sobre las causas y las soluciones posibles podríamos luchar por lograr que el estado (los políticos, bah, quienes manejan nuestro dinero) solucionen el problema.


Nota: este es un blog de fotos, y esta nota no tiene fotos. Tan sólo quise remarcar la importancia de buscar una solución de fondo al problema del agua. Decirle a Alperovich que es un ladrón hijo de puta nos quita la bronca, nada más.


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jueves, 4 de enero de 2007

Tiranos

tirano, na.
(Del lat. tyrannus, y este del gr. τύραννος).
1. adj. Dicho de una persona: Que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad. U.t.c.s.
2. adj. Dicho de una persona: Que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, y también simplemente del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario. U.t.c.s.

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Cuento sin moraleja

Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque en­contraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de ven­dedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, eslóganes, membretes y falsas ocurrencias.
Por fin el hombre supo que había llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café.
-Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el hom­bre-. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance
para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo.
-Traducí lo que dice -mandó el tiranuelo a su intérprete. -Habla en argentino, Excelencia.
-¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada?
-Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a vendede sus últimas palabras.
El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas cir­cunstancias, y reprimiendo un temblor mandó que arrestaran al hom­bre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos.
-Es lástima -dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el mo­mento, y necesitará decirlas para configurar fácilmente un destino his­tórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotar por primera vez y naturalmente usted no podrá decirlas.
-¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -preguntó el tiranuelo, ya frente a otra taza de café.
-Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hom­bre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de terror y de frío, los dientes se le entrechocarán y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá algunos de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso sí lo articulará sin esfuerzo) se impa­cientarán y lo ahorcarán.
Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre para comprarle sus últi­mas palabras.
Entretanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegándole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimban­quis. Metiéndolo en un coche celular lo llevaron a la fortaleza y lo tor­turaron para que revelase cuáles hubieran podido ser las últimas pala­bras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés.
Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confu­samente que en realidad todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pue­den venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo.
Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas.


Julio Cortázar, en "Historia de cronopios y de famas"



Anastasio Somoza García: Nicaragua 1937-1956


Alfredo Stroessner: Paraguay 1954-1989


Fidel Castro: Cuba 1959-...


Augusto Pinochet Ugarte: Chile 1973-1990


Jorge Rafael Videla: Argentina 1976-1981


Manuel Noriega: Panamá 1983-1989


Nota: Todas las imágenes de este artículo han sido editadas sobre la base de fotografías de uso público obtenidas de la red.



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